Me levanto, voy a la cocina a por un vaso de leche con café, fumo un cigarrillo, me aseo, y ya estoy ejercitando la palabra. Me levanto un tanto confuso por las pastillas, pero puedo escribir más o menos algunos pensamientos. No me salen cosas de humor, no soy ningún Moliere o algún hermano Marx. Me salen cosas sobre la vida en general con un tono poético. Las nubes, este sol apabullante, la sequía, el mundo de los humanos y de las bestias, etc. Dicen que en un pueblo agrícola, los feligreses pidieron al cura que al siguiente domingo, pidiera a los santos que lloviera. Al domingo siguiente, el cura dijo a los feligreses: pero si ninguno de vosotros ha venido con paraguas. Qué poca fe tenéis en que llueva. La verdad es que, para que algo resulte propicio, se ha de tener fe en ello, no solo querer que suceda algo por el hecho de suceder.
Vino el milagro tan poco a mano,
que no pareció milagro.
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