Me siento un tanto solo. No veo por la calle alguien con quién hablar. El cielo nublado vierte su bilis cerca de mi corazón. Pero no hablemos de cielos nublados ni de bilis en el corazón. Quizás algún día, en mi deambular por la calle, encuentre un corazón amigo, sin bilis de por medio, y me ponga a hablar de algún libro que nos guste a los dos. Alguno de Galdós, por ejemplo. Y recreemos en nuestra conversación cómo era tal personaje, como era aquel otro Y lo pasemos pipa. No es una posibilidad lejana pues la ciudad está habitada por miles de personas, muchos miles de personas. A lo mejor, al salir por la puerta de la cafetería, tenga lugar un encontronazo y de ahí, la amistad venga rodada luego.
La soledad avanza temerosa para cualquier mortal.
Llenarla de algo adecuado es nuestra tarea.
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