El ruido y la furia de dos tardes de tensión, se calmaron con el sueño. Luego hubo días raros, también de tensión, pero también se calmaron con el sueño. Las pesadillas se diluyen en la realidad y pasan, pasan como un carbón ardiente que calienta el cerebro de dos personas unidas por al cariño, por el amor. Es mejor no anticipar el malestar, es mejor enfrentarse a él cuando surge, en el momento en que el cerebro estalla. Y no hay que hacer grandes cosas sino solo acompañar al que sufre de la mente, hasta que llegue el sueño, hasta que la pesadilla desaparece y vuelve la primavera del aliento otra vez a normalizar los sentimientos heridos. Es una aventura, es un maleficio, es una pena que llevamos los enfermos dentro. Ojalá, la medicina haga siempre su efecto benefactor y todo cambie a bien.
Los enfermos mentales sufren.
Los enfermos mentales necesitan ayuda.
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