Envidiaba a todos los que se iban de fin de semana o de puente a algún sitio apalabrado para pasar el tiempo. Se ponía muy ansioso al pensar que todo el mundo tenía un sitio donde ir y él no. No veía mucha gente por la calle, eso le ponía malo. Y estaba deseando que llegara el lunes para que hubiera realidad, tranquilidad y democracia. Pero su sufrimiento era aún mayor cuando en la tele ya salía la gente bañándose en semana santa. Luego hablaban del 70 % de ocupación hotelera y también se ponía malo. Cuánto turismo interior, cuánto gasto. Y él, que tenía dinero, no lo gastaba en un buen hotel y una buena paella al lado del mar. Qué asco. Entonces pensó en ir solo a Valencia. Y fue y casi no salió del hotel porque era muy bonito y tenía libros en un estantería, libros clásicos. La playa puede esperar. Pero el día que fue a la playa había bandera roja y se tuvo que volver a leer "Crimen y castigo" de Dostovieski.
Acuérdate del que no puede hacer las cosas que quiere.
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