La mañana crece como crecen las manzanas en el árbol. La mañana ya es mucha mañana para ser hoy lunes. La mañana del lunes, por lo tanto, crece como crecen las berenjenas en el huerto, como crecen los problemas al pobre, como crecen los autoritarios en su poder, como crecen los abuelos al ver a sus nietos crecer. Hay una espectacular monotonía mientras la mañana se hace grande, hay ganas de no vivir esa mañana, la mañana impuesta en el mismo lugar, en el mismo tramo horario, mientras el sol va subiendo, subiendo. Al mediodía, ya la matutina impresión es que llega la tarde, que llegan unas horas más oscuras, más densas que las luces de la mañana. Pero sigue siendo lunes, un día que deseamos que pase pronto porque esta ligado su signo a lo azaroso, al trabajo, a las horas duras de un duro comienzo. Y el lunes va pasando queramos o no queramos, nos guste o no nos guste. Podríamos haber ido a Madrid a ver cómo pasaba la mañana en la capital, pero no hemos ido, no hemos encontrado fuerzas en la esfinge del lunes.
Los días son amigos nuestros.
Pero es más amigo nuestro un sábado que un lunes o un martes.
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