De todos estos años que se han llevado mi vida, solo son verdad las horas que distraído jugaba en la plaza. Dormirán para siempre esas mañanas de la libertad de mi niñez inocente. Yo sé que reír era barato y accesible allá en las horas de fiesta, allá en que yo quería gustar a las chicas, allá cuando yo destilaba alegría y chistes por doquier. Ahora el recuerdo de aquel tiempo da dolor porque se ha ido lejos, muy lejos, como se ha ido el pueblo donde yo nací. La existencia de momentos alegres ya es dudosa, ya no surge de la juventud. El pasado es pasado y nada más. El recuerdo de ese pasado puede mover algún hilo de mi fibra de ahora, pero es difícil pues ya todo está perdido, olvidado, metido en un cajón oscuro y feo. La navidad ya se ha ido y se han ido con ella las buenas intenciones. Pero debemos ser felices, quién lo duda. Aunque la juventud dichosa esté lejos y abandonada.
Cuanto se esperó en la horas del día y no llegó
duerme en el deseo triste de la infelicidad.
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