Aquí nos quedamos, sufriendo agravios, viendo la vida como si miráramos un televisor. No valemos para nada. Estamos porque tenemos que estar. Sabemos poco. El motor de estas horas no decisivas está averiado. No nos trasladamos. No vemos más allá de lo que tocamos. Extraños pensamientos nos acosan. Extraños seres somos sin saber ni qué somos. La verdad está oculta. Hay gente que está en la cúspide del poder. La mentira hace que creamos en lo que no es, en lo que no tiene sustancia. Así vamos. Creemos que la cosecha es cosa nuestra, de nuestra labor, pero no es así. La pena no acaba. La pena acaba de empezar. La pena ruge en el interior para que sepamos que somos solo la cola del león. Advirtamos seriamente que no somos lo que somos, sino un devenir de la vida, un patoso andar en la Tierra.
¿Qué sabemos de este mundo?
Quizás solo que avanza tercamente, solo eso.
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