Si yo a tu voluntad soy de cera, decía Garcilaso. Pero yo a otras voluntades parece que voy a ser de cera y no me da la gana. La vida es como uno quiere que sea, no como te la quieren hacer ver otros. Yo no veo a nadie ya, ya todo está roto. Abre, abre las orejas, pastor, no oyes las quejas de las ovejas. El redil se ha quedado corto y roto y las ovejas ya se han escapado y se han hecho salvajes. Andan por el monte solas y despreciadas de las demás ovejas que ya ni las quieren ni las ven. Los lobos se ceban en ellas porque los lobos no han dejado de ser crueles. Ya fueran crueles en su día, sisando y cobrando carne de oveja y ahora vuelven a por más carnaza. Malditos los lobos, maldita su crueldad y ansia por la carne, por la debilidad de los animales.
Ahí están, como lobos o buitres, esperando.
No hacerles caso.
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