domingo, 4 de febrero de 2024

 Las ausencias que dejan los muebles desvencijados se llenan de otros seres en el atardecer. Como huéspedes absurdos recorren la casa medio abandonada. El no saber qué hacer se junta con el aburrimiento. Hay cine matutino que apunta fuerte. Ayer una señora mayor esperaba a otra, miraba su reloj y la otra no venía. Pero cuando vino, qué alegría. Se pusieron a hablar y hablar como si no hubiera otra cosa que hacer en la vida. El tuétano del bosque se colará por las rendijas hasta llenarlo todo de clorofila verde como sangre. El agua será también como la sangre, tan necesaria. Ya parece que la maldición de los indios de la pradera americana se va cumpliendo: ni comeremos dinero ni beberemos champán barato americano. La locura de romper mil veces la naturaleza ya se está cobrando su venganza. Coge el coche, lánzate a la carretera y no pares hasta haber matado un millón de insectos contra los faros. Y no es navidad pero puedes permitirte el lujo de ser feliz o, al menos sonreír.

El olor a ropa vieja y gastada nos atrapará no tardando.

Porque el verano es ya permanente como otra epidemia.

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