La quimera es un ser que nace en la dura roca. Pero no hay quimera que soporte la luz de la razón. Se deshace la quimera en cuanto ponemos los ojos en ella. Y cuánta quimera alimentan las gentes sin saberlo. Por querer, uno querría una vida sana, sin preocupaciones ni dolencias graves, pero eso es, precisamente, la quimera primera a la que asistimos desde que tenemos uso de razón. No hay vida en la tierra que no lleve envuelta la desolación. Entrelazada con su luz, la ciudad lleva su luna todas las noches para hacernos saber que vivir es misterio. El cantar de los pájaros, al alba, nos percata de la dureza de la noche y de lo inexorable del día. Todos los días vamos de sur a sur, de la nocturnidad inexplicable al día que nos rige. ¿No es este mundo un misterio? Un misterio habitable y cotidiano, pero un misterio.
No hay en este mundo nada
que no nos diga el enigma de vivir.
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