Hace años se acabó con Dios. Y cuando Dios no existe, al hombre le toca endiosarse, convertirse en Dios a sí mismo, es decir, ensoberbecerse y llenarse el mundo de dioses, convertirse el mundo en individuos que caminan creyéndose todopoderosos, ser la tierra el tablero del bien y del mal. A la proposición: Dios no existe, le sigue: Luego yo me postulo como Dios. Pero ser Dios es demasiado pesado y durante un tiempo el hombre juega a serlo, con lo que se hastía, como un niño que juega con sus juguetes queriéndoles y con paciencia hasta que se cansa de ellos y los destroza. Así que el hombre moderno que cree poder vivir sin Dios siendo él mismo Dios, se cansa, se agota, se equivoca y se hastía y como no podía ser de otra manera cae en el error de pensar que debe ser malo para el de enfrente y se convierte en lobo para el semejante. El mundo sin Dios, regido únicamente por leyes humanas, es todo menos mundo, es una lucha absurda de desgaste en trincheras, es el hombre convertido en alimaña, es el hombre convertido en carroña desde que se levanta hasta que se vuelve a dormir, es Prometeo contra Prometeo eternamente, etc.
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