Estos días he estado agitado, nervioso y raro. Como no me puedo desquitar de mi enfermedad mental, a lo mejor he escrito algunas cosas desacertadas, pero no las quito pues es así como me sentía. Hoy, en Majadahonda, no hay ni con quién hablar. Está la ciudad desierta. Un viento sur, caliente y perezoso barre las calles llenas de colillas y papelitos. La hora avanza muy poco a poco. Los bares latinos acogen a borrachos y chulitas que cantan canciones: "mozo, dame una copa rota..." Paco está pendiente de bajar la medicación y así puede conducir y largarnos a algún lado, probablemente, al pueblo. Dice Paco que con tanta que toma no se atreve a conducir. Cosas de la enfermedad mental. La vida sigue, pues, como un perro cogido del ramal.
Los aventados pétalos de luz
caían inermes en la acera.
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