Se había despertado tarde y se había afeitado y acicalado y se ponía enfrente del ordenador pensando en una madrugada cogiendo el catamarán que va por la bahía de Cádiz a Cádiz capital. Este pobre hombre que pensaba estas cosas sí había tomado esta embarcación un verano acompañado, una tarde, y había sido una fiesta andar por las calles de la tacita de plata. Ahora, escribiendo en su blog, piensa que no ha madrugado en todo el verano por efecto de las pastillas que toma por su enfermedad mental y que quizás nunca, nunca más, madrugará en El Puerto de Santa María para ir a Cádiz cruzando su hermosa bahía. Y estaba tan lejos todo aquello en el tiempo y en el espacio, que no rememora sin dolor esa bahía y ese frescor marino que él vivió con dulzura y emoción.
Era todo ello de una nata blanca y pura
Era todo ello de la textura de lo bueno que ya no volverá.
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