Todo refrán tiene su refrán en contra, así que no hay que hacer mucho caso a los refranes. Los refranes se basan en una realidad rural, muy básica que sirve para ahorrar explicaciones más racionales. Se aprenden y se sueltan de manera que sentencian una verdad no analizada. Por eso se enfadaba tanto D. Quijote, que todo lo razonaba, con Sancho, que repartía refranes como el que reparte algo no muy bien pensado. Los refranes se aplican a muchos aspectos de la vida pero de nada sirven con la realidad de la vida que es superior a todo conocimiento axiomático que se lanza sin pensar. El refrán ya está dejando de ser un recurso válido a la hora de hablar porque ese conocimiento rural y básico del lenguaje se está perdiendo. Los refranes aluden a cosas antiguas que ya nadie entiende y por eso, ya no se usan. Los refranes quedarán como reliquias lingüísticas que ya nadie usará en un futuro porque han perdido la conexión con la realidad moderna que vivimos.
Perdido en una mañana demasiado clara,
me ausento de mí mismo, convocando letras y sarmientos de agua.
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