Voy de Madrid a la luna sin pararme a pensar qué ocurre por las mañanas tediosas de los sábados, mirando cómo sufrir mi enfermedad. He dejado amigos o amigos en la cuneta del olvido. Ahora tendré que vaciar mi alma en una persona válida. La furgoneta avanza hasta que llegue a la playa. Cuando regrese la furgoneta, ya será otro cantar. El neón azul resbala luz en la noche oscura, fría y desatenta del mes de enero. Me preocupan las atentas miradas de los amigos que ya no tengo. Me miran como si yo fuera un animal peligroso y me dicen, las miradas, que ya no volverán conmigo. No deseo volver a jugar al futbolín una tarde de abril con los amigos tontos. Me buscaré otros amigos o quizás aparezcan estos a la vuelta de la esquina, quién sabe.
Hoy sí, mi piel existe
para otra piel, para otro nombre, para la luz del día.
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