He estado todo el rato tumbado porque dicen que la relajación es buena para la depresión pero no he dejado de pensar cosas deprimentes: mi familia, los días iguales, la frustración de no haberme divertido este verano, mi propio menosprecio, mi falta de ganas de hacer nada, no saber disfrutar de la vida, no estar alegre. Luego he intentado revertir esas ideas negativas: mi familia es como es, nadie la va a cambiar, es como un club privado de gente especial, no debo menospreciarme pues hay gente peor que yo, que reniega de todo. Los días iguales no los puedo cambiar pero puedo hacer pequeñas cosas que me saquen de la monotonía. Este verano ya ha pasado y si no estoy alegre es porque tengo una enfermedad mental que me lo impide. Después de todo, tengo más coraje que algunos que no sufren esta enfermedad y no se ríen ni para atrás. Ya tendré ganas de hacer cosas en septiembre cuando todo se normalice. Pero no estoy bien. Me lo noto. Confiaré en el tiempo y en mi propia inteligencia para acabar con este estado.
Nubes pasan por el cielo, nubes altas
que no conciernen al suelo.
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