No se nubla ni para Dios. Esta claridad del cielo continua nos va a volver locos. Yo preveía para agosto alguna tormenta pero se ve que no, que no hay ni siquiera un amago. Sin otro horizonte que un rostro que se mueve enfrente de mí, como un guiñapo triste, como un dolor de vivir hecho de cielo añil. Parece este sol el sol del desierto que dura dos meses. Parece como si Dios quisiera castigarnos con un cuento que siempre es el mismo, repetido día tras día, el cuento que se acabará quizás en septiembre. Más allá de la frontera del espanto, no hay más que gente que se desplaza de un lado a otro. Es un tormento alado que viene del cielo y se posa torvamente sobre las mentes que habitan un suelo muy cansado. Son vastos jardines con sol de justicia, con el desierto colgando de una mano tirana, es el sol de una vez que cae sobre los cráneos encendidos de la Tierra.
Te mueves en el lecho esta noche tranquila
para que el sueño te coja y te lleve muy lejos.
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