miércoles, 8 de enero de 2025

 Al albur de las horas, siempre se me ocurre algo que escribir. Y lo escribo. Ayer escribí de un chaval de pueblo que compra un coche que ya no anda y lo desmenuza entero. Así se le pasan las tardes después de venir de trabajar. No logra que funcione a la primera, porque le sobran piezas al montarlo, pero charlando con un mecánico, se asesora y el aprendiz le enseña las piezas sobrantes y el mecánico le va ayudando y al fin, logra que el coche arranque y ande, después de un año de desmontar y montar el coche. Compra alguna pieza y todo y el coche termina por llevarle a las fiestas de los otros pueblos. Siempre va solo, no quiere líos de pasajeros y se lo monta bien yendo y viniendo, haciendo algún recado a algún vecino, algún porte, y cobrándolo. Se hace taxista del pueblo por las tardes y consigue un montante al cabo de unas temporadas. Compra más coches rotos. Se hace mecánico autodidacta, arregla coches en el pueblo...

La imaginación tiene muchos reflejos.

Un reflejo es el de las letras y las historias.

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