Hay un poeta cuyo nombre no recuerdo ahora, que pide a Dios que no le dé otra vida después de muerto sino que le convierta en nada, en la no existencia. Es curioso que un señor, aparte de ser poeta, pida eso a Dios. A unos la vida se les hace cargante y cansada de llevar, desean que haya algo después de la muerte, quizás una recompensa. Y si solo es una transición a la nada la muerte del cuerpo, pues que así sea. La mañana va pasando y me he leído el periódico, he visto a ese tipo en pantalones cortos y camiseta y estoy escribiendo esto. La estrella pesada se asoma de vez en cuando a mi ventana y espero que no sea un mal presagio. La luz del día no agita siquiera el malestar de la gente con lo que está pasando. Lo que está pasando es repugnante, doloroso, penoso, propio de otros países menos desarrollados. Pero es así. Lo único que sé es que no llueve. No llueve ni a la de tres. Y hace calor en enero. Para morirse.
Apúntate a la masa de gente que odia la política.
Seréis mayoría.
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