Un ángel inmenso recoge mi pensamiento de soledad y me lo muestra obsesivamente. No soy esa persona ceñida a la mañana. Aspiro a ser más que un cuerpo, más que las cenizas que dejó el fuego del adiós. No conozco a nadie. No veo a los importantes creadores de la hoguera. Solo un alma vela por mí en este mundo ajeno. No trato gentes, no trato grupos de bocas parlantes. Todos dejaron de verme un día y para siempre. Todos me dan la espalda. Todos ciñen la espada de la deslealtad en su cintura. Hoy por la mañana la soledad me ha herido, ha hecho de mis ojos causa de llanto. La soledad es tanta que no me la imagino de aquí a unos años. Solo el aire y las nubes dirán la soledad. El aire y las nubes.
Solo por la mañana.
Nadie con quién hablar. Nadie con quién vivir.
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