domingo, 12 de enero de 2025

 En todos los pueblos, en todas las ciudades hay gente dispuesta a ser los más ricos del cementerio. No se gastan ni un duro. Si un hijo suyo quiere una piruleta, le dicen: no, que se te caen los dientes. Los hay que dicen: vamos al bar. Pero se dejan la cartera en casa. Los hay que dicen: voy en chándal, invítame. El dinero es muy importante. Pero no lo puedes dejar almacenado en el bolsillo hasta tu muerte. Conozco un caso de un euro en el bolsillo de uno de estos ricos por deficiencia que tenía 20 años y el euro se fue a la tumba con él a los 85 años. El dinero está para gastarse. El otro día, una vecina me salta que el pollo está carísimo y ya se ha dejado invitar por mí dos veces. Se te queda cara de tonto, pero bueno. El dinero es un elemento de cambio e inversión. Hay gente que quiere mudarse a otro sitio a vivir pero para eso se necesita dinero, si el sitio a donde vas es más grande que tu vivienda actual, para que tu parentela, literalmente, quepa en casa. Y para eso hay que ahorrar. A lo mejor, en ese caso, sí está justificada la cicatería y el no gastar.

El dinero nos gusta a todos, qué duda cabe.

Lo que pasa es que unos tienen con el dinero una relación enfermiza, oscura y repelente.

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