Una partida de filólogos trabajaba en la Real Academia copiando datos. Una conversación tenía lugar entre un recién contratado y un veterano. Era sobre la forma de hacer un cocido. Yo le echo morcillo y falda. Yo no le echo morcilla ni patata ni zanahoria. El tiempo que pasamos allí los filólogos fue divertido, inconsciente. A mí me tocaba copiar a Azorín que decía: la aurora ya deja paso a la mañana. Las gallinas picotean el suelo. Un perro ladra a lo lejos. El sol ya se va alzando. Azorín es un escritor olvidado. Quizás Camilo José Cela también sea un escritor olvidado. Nos vamos olvidando de todo y de todos. Uno nace. Luego, muere. Y luego, el olvido le sepulta muy hondo. La vida es así. Por eso hay que cultivar el amor al otro, al que tenemos cerca y al de más allá, si se puede. Es lo único que nos salva. Lo demás lo dejaremos aquí, en este infierno/paraíso terrenal.
No tengas dudas de que si guardas hasta la muerte
nada hallarás después de ella.
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