Hoy es el día de averiguar cuánto quieres a ese ser que está a tu lado, omnipresente, dolorosamente cercano, inmóvil como un árbol que solo crece en vertical. Es capaz ese acompañante de no sentir, de que le dé igual la vida sin sal ni movimiento. Mi otro yo, mi causa existencial que camina poco, que no sufre nunca, que abate las manillas del reloj con un soplido. Ese que se levanta tarde, habita tarde la mañana y cansa a su cuerpo con enfermedades ilusorias. Yo ya no puedo extrañar a este ser quieto como piedra, absolutamente quieto como montaña a lo lejos. Y es áspero su trato, su compañía, su dolor compartido con los arbustos de las urbanizaciones. Yo ya no sé mucho de él, yo ya no sé de su brazo partido contra los pájaros.
Engaña mucho su cara siempre inexpresiva.
Está nublado el rostro pero no su alma.
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