Se deslindan los caminos y cada uno va a un sitio. Yo conozco mi camino y me deben dejar caminar por él. Hay un grupo de muertos detrás de la puerta que juegan al dominó. No traspasan la puerta. Es demasiado para ellos porque están muertos. Son como gatos podridos que se encharcan de luna llena, son como peces fríos que nada dicen a los semejantes. ¿Quieren a alguien esos muertos? No se sabe. Quieren demasiado a la moneda, a la pobre moneda de cobre, eso sí. La quieren con toda su alma, la quieren en sus manos. Oye, dicen, vente al bar y pagas. Y un perrito como un niño va y paga. Uno invita, el otro paga. Y nunca compran pasteles para celebrar los cumpleaños infinitos de sus hijos. Nunca están porque se han enfadado. Nunca perdonan ya porque el rencor lo llevan como una montaña, como un barco enorme, como el mar entero.
Piensan en dinero.
Piensan como heridos, como seres dormidos, como dolores.
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