Los acordes reservados al silencio de las almas, esa música liviana que se alza hacia el espíritu, ese órgano tallado con las manos está aquí con nosotros, solo hace falta revivirlo con poesía o con recuerdo. Un ciego músico va deletreando el lenguaje del corazón alzado. Por las mañanas se destapa el son caribeño, la cumbia colombiana, la salsa cubana, etc. Y también acude a lo matutino la sonora tecla del órgano salmantino. No puede haber tanto enredo en las nubes o en el cielo raso que no quepan los sonidos de Salinas el organista, el ciego que tocaba para fray Luis de León esas odas libérrimas que se distribuían en el aire catedralicio del siglo XVI.
Cánticos frailunos, oraciones musicadas, odas horacianas:
todo alimenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario