Hoy escribo sin el deseo de agradar a nadie, a ningún lector posible o imposible. Ayer tardé en dormirme. El día fue muy anodino, aburrido, cansino. Di un par de paseos largos pero no sirvieron para ahuyentar tanta abulia que me cargaba el corazón. Por la mañana, me he levantado de aquella manera y sigo cansado de estos días tan absurdos. El absurdo no viene solo de estas fiestas sino de un absurdo mayor que protagoniza un tonto sublimado. En fin, hay que aguantar a los sabios por su largueza en el decir y a los tontos en su anchura en el error. Solo sé que mañana me corto el pelo, pues lo tengo largo. Y el aguilucho seguía volando, volando por encima de nuestras cabezas y uno lo quiso cazar pero no lo consiguió.
Hay una discordia entre la gente.
Hay gente discordante, hay gente de la discordia, ya es un amasijo la discordia de plumas y sangre y vísceras asquerosas.
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