jueves, 9 de enero de 2025

Había un hombre que iba a su bola y tenía un hermano en Guadalajara. Cuando este hermano le llamaba para comer juntos, este hombre que iba a su bola, cogía el cercanías y se iba a esa capital manchega. Comía con su hermano pero no decía ni mu. Su hermano pagaba, claro, porque era el que invitaba. Luego iban a la casa del manchego y el hombre que iba a su bola, a su libre albedrío, no despegaba los labios. El hombre que hacía su albur, pensaba que hablar era de tontos pero lo que no sabía era lo desagradable que resultaba para su hermano que vivía en tierras del Quijote. Un día, el hermano de Guadalajara se echó novia y pasó de su hermano que iba a lo loco por la vida. Y se quedó más solo que la una y le ingresaron en una residencia asquerosa y murió. Y no dijo ni pío en toda su vejez. No era mudo pero sí bastante gilipollas el pobrecito.

El que calla otorga.

y el que siempre calla es como el hombre que iba a su bola: tonto perdido.

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