En aquella época había muchos hombres que decían a sus mujeres: me quiero divorciar. Quiero recobrar mi perdida libertad. Y las mujeres se quedaban con unos niños de unos diez años, se quedaban con la casa porque así lo dictaba un juez y los hombres se tenían que montar el rollo vivencial como podían. Y esta es la historia que se repite constantemente, peliagudamente, dolorosamente cada vez con más recalcitrante tontería. Y la libertad que recuperan los padres es ir a tomar un cubata a un pub y ligarse a otra divorciada. ¿Quién entiende a un divorciado? Otro divorciado. Y bailan hasta el amanecer y el lunes añoran a sus hijos que ven el sábado y cuando pasan por la calle, la gente piensa: mira, un divorciado.
Los divorciados. Esa clase social de hoy en día.
Se hacen la pascua el marido y la mujer y desemboca en eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario