Puede que morir sea recordar tranquilamente la vida sin miedo, pero quizás siempre hay miedo en el que va a morir porque va a un sitio muy extraño del que nadie ha vuelto. Morir es irse de aquí. Se parece al dormir. Moriremos sin soñar. Como dijo Terelu Pávez, a mí no me da miedo la muerte sino los hijos de puta que hay en el mundo. No hay que tener miedo a sufrir, dijo Antonio Gala, sufriendo se aprende, dijo algo así. Hemos nacido para ser felices, nadie lo duda, pero a veces nos toca sufrir: es algo que fomenta el crecimiento. Bueno. ¿Todos tenemos una idea similar sobre la muerte por no querida o pensamos de la muerte de distinta manera? Yo tenía un amigo (ahora ya no lo veo) que se tiró de un cuarto piso y dijo un día que se sentía feliz pues todos los años que vivió después de ese intento de suicidio le parecían un regalo. ¿Vivía dos veces ese amigo mío? No lo sé. El caso es que este amigo disfrutaba mucho de la vida, de las cosas pequeñas o grandes que le ofrecía la vida pues pudo no contarlo y estar en el otro mundo. Es agradecido a la vida. Y, a lo mejor, no le cueste tanto morir cuando tuviera a bien la propia vida.
Aprendemos a rescatar el tiempo y a hacerlo nuestro,
que nos sonría, que valga la pena vivirlo, que cunda, pero si cunde parece que lo estamos pasando mal. Así que...
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