A veces, cuando escribo aquí, parece que me estoy refiriendo a alguien concreto. Y es verdad. Los seres humanos hablamos y escribimos de lo que sabemos, de la gente que conocemos. Son ejemplos. Pero luego está la labor de generalización. Por ejemplo: yo digo que alguien no habla o le cuesta hablar. No creo que le estoy juzgando sino que es una característica de ese ser humano que conozco. Pero luego extiendo ese ejemplo a todas las personas que hablan poco o que son de una manera y no de otra. Y hago una extensión a toda la humanidad que puede ser útil para el que lee mi blog. A mí me interesan poco los casos que conozco pero sí que admito que me dan curiosidad ciertos comportamientos. Yo no doy nombres, creo que no armo trifulcas si digo que una persona que no habla se parece a un mono o un lobo porque un mono y un lobo no hablan. A eso me refiero. A mí, personalmente, me gusta mucho hablar y socializarme y por eso los que no hablan me llaman la atención, pero no solo esa persona concreta sino en general.
Callar a veces es bueno.
Pero solo cuando se tiene razón. Y no teniéndola, también se tiene derecho a no hablar. Lo que pasa es que no va con mi personalidad.
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