Es bonito acordarse de los poetas patrios como aquellos que dejaron versos muy bien dichos, universales y muy sonoros también: "dichoso aquel que sigue la escondida senda". O aquello de "Miré los muros de la patria mía" O esto otro de "Vaya yo caliente y ríase la gente" y aquello otro de "a las cabañas bajé y a los palacios subí y en todo sitio dejé triste memoria de mí" o lo de "¿qué es poesía, preguntas, mientras clavas tu pupila en mi pupila azul?" y lo de "abril venía todo lleno de flores amarillas". Y, más moderno eso de "para que yo me llame Ángel González". Y lo de Blas de Otero: "Alzo la mano y tú me la cercenas". En fin, hay poetas y poesías que serán recordados para siempre porque venían en los libros de texto seleccionadas por críticos de literatura como los mejores de una época o una generación. Y los recordamos cada uno de ellos porque vemos que son modélicos por el reconocimiento de toda la comunidad lectora que ha aprendido o sentido algo especial al leerlos. A veces descubrimos nosotros mismos poesías que nos llegan al alma porque conectan con nuestro estado de ánimo. Como dice Juan Ramón Jiménez: "Me he quedado mirando la luna / a través de las finas acacias."
Hasta mañana, dices, y tu voz
se quiebra de tristeza lenta.
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