El acoso, el desprecio y la arbitrariedad con la que nos han tratado a mi hermano y a mí no es para decirlo. Y no lo diré. Pero eso queda ya para siempre. Siempre hay hijos de puta que quieren hacerte daño, siempre los hay. Pero si no les haces caso, vives más o menos bien. Si empiezas a hablar de esos hijos de puta, te pones peor, no duermes, te alteras, suben las pulsaciones del corazón, te pones muy nervioso, das voces, ardes en furia y rabia. Solo porque hablas de esos hijos de puta. Y es mejor obviarlos, no cogerles el teléfono, no hablar siquiera con ellos. A mí mi hermana me dijo un día: "parezco la peste" y acertó. No del todo. Porque dijo parezco y no dijo soy. Mi hermana ha sido la peste para mí mucho tiempo y su marido otra maldita peste. A la peste la quiere uno lejos, muy lejos.
En las callejas húmedas
donde viven los hijos de puta y piensan en hacer daños
vivían ellos.
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