A mediados de junio, Paco estaba todavía con miedos. Salió de su ingreso el 27 de mayo. Tenía reticencias de salir a la calle y no paraba de decir que lo suyo iba "poco a poco". Yo no veía la hora, en esos días de mediados de mes, de ir a la playa como fuera. Era un deseo muy grande que yo tenía de bañarme en el mar. Paco no se recuperaba como otras veces, sino que dejó de fumar y empezó a decir a todo rato: perdona, gracias, por favor. Paco no era el Paco que yo conocía y, por supuesto, no iba a coger el coche por nada del mundo. Todo era que lo suyo iba poco a poco. Y se quejaba mucho de las pastillas. Yo me desesperaba pues no veía la manera de pasar una pila de días en Majadahonda aburriéndome. Recuerdo un fin de semana de ese mes de junio en que me fui a Madrid, era un domingo, totalmente desesperado, por ver de romper la rutina de todos los días, de ir a algún lado a pasar el rato. Lo pagaba con Paco que me consolaba como podía. Paco decía que mis deseos eran infantiles. Pero yo creo que no eran infantiles sino muy justificados. Hoy, a 9 de julio, ya lo llevo mejor, el deseo de mar y la angustia que me entraba por no saber como lidiar con la monotonía y la rutina de todos los días. Pero aún queda algún residuo y envidias de los que se van de vacaciones. El Tú decides me ha ayudado bastante con reuniones de creación de poesía y sábados viendo películas o charlando los martes por la tarde. Estar días y días en el hospital no han tenido recompensa ni descanso de mis nervios. Me tengo que aguantar. Lo hay peor. Pero la gente sin enfermedad mental no entiende nada de esto. No lo puede entender.
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