Este chico empezó a salir de farra los fines de semana como todos los de su edad y le ocurrió que se enganchó a la noche. Al principio pensar en sus paseos nocturnos, leía filosofía y soñaba con sus propias convicciones sobre un futuro aliado a la luna y las calles alumbradas por farolas viejas y llenas de penumbra y oscuridad. Era un héroe nocturno, estaba apartado del sistema, él era distinto de los demás porque mientras las mentes y los corazones descansaban para la actividad cotidiana, febriles razonamientos y emociones supuraban de su espíritu joven. Batman, lobos, aves nocturnas, luna, estrellas, bares que cierran tarde, pubs de diversa índole, grafitis temerarios, paseos largos en las tinieblas de la noche con la mente al pairo, drogas y alcohol, café, medianoche asustando a los transeúntes con perrito o despistados que llegan tarde a casa, diversión asegurada parando a taxis que hacen la noche, sexo rápido y casi sin palabras... en fin, perdió el sueño, perdió el oremus, perdió el rumbo.
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