martes, 4 de julio de 2023

He oído en la radio una entrevista a un tal Carlos Blanco, un tipo que, a los 11 años ya era egiptólogo (no confundir con el angileptol). Este joven ha dicho que el recreo del colegio no le gustaba. Que a él lo que le gustaba era estar en la biblioteca, no jugar al fútbol. Se suelen llamar a estos chicos superdotados o niños con alta capacidad. Están siempre preguntándose las causas de las cosas, les gusta Platón y la historia de Roma, de los faraones y saben también física y química. Maman los textos de Aristóteles y de Charles Darwin. Les gusta estar rodeados de gente mayor, pero no gente mayor cualquiera, sino gente mayor con conocimientos. Este chico trabó conversación con una catedrática mientras apuntaba el lenguaje jeroglífico del templo de Debod, en la calle Ferraz de Madrid y qué bien se lo pasó. Este niño, que ya no es tan niño, sabe hablar 6 idiomas, ha viajado a Egipto dos veces y salió en programas de televisión como un caso raro, casi como un mono de feria.

Lo que más le gustaba del crepúsculo

lo mató la mañana con su mediodía.

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