Para hablar de cosas amables, hablaré de un río. Un río nace en un manantial de aguas muy puras, hechas de nieve que se derrite en primavera. Va bajando la montaña en cascadas preciosas, en las que la luz del sol se filtra entre el agua y la roca. Luego va bajando más, a rellanos que hace la montaña y se remansa en pozas donde uno podría bañarse y refrescarse en unas aguas frías como el hielo. O podría beberlas pues son tan puras esas aguas que todavía no tienen contaminantes. Este es el nacimiento de un río. Cuando baja de la montaña al valle, todavía el río no es muy caudaloso pero ya va cogiendo aguas de otros manantiales próximos y bonitos como el suyo propio. Luego, llega a un pueblo y los habitantes de ese pueblo le quieren un montón a su río y luego ese río pasa por ciudades imponentes y luego ese río pasa por territorios por donde no pasa nadie y la soledad le hace más río. Y por fin, llega al mar al lado de una ciudad y llena de riqueza al mar y a la ciudad donde muere.
Pero ninguno se detenía
a observar de qué estaba hecha el agua, el viento, el sol.
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