En el libro de viaje que estoy leyendo, el viajero, que ha recorrido muchos kilómetros creo que por Nueva Inglaterra, queda con su mujer en Chicago, en un hotel. Su mujer va en avión y él recorre los kilómetros en coche. Cuando llega al hotel, sucio, el director del hotel le hace esperar pero al final, acuerda ocupar una habitación de un tipo que acaba de abandonarla. Entonces, el escritor, pues el viajero es escritor, ve muchos signos de ese hombre: ha bebido güisqui, ha estado con una mujer, pues hay cigarrillos impregnados en carmín, ha escrito una carta a su mujer que está a medio redactar en la papelera y hay pastillas para el estómago ya que el trabajo que tiene le crea mucha tensión. Y eso hacemos los escritores: fijarnos en detalles de la vida.
El marinero bebe la rosa de los vientos,
eructa y se va a la mar muy desorientado.
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