No siempre salen las cosas como queremos. Nos hacen esperar o no cumplen con la palabra dada o nos quieren estafar o posponen tanto el servicio que nos ofrecen que perdemos el interés por ese servicio. Pero hay que aguantarse y tirar para adelante. Y no dejarse engañar por esas gentes extrañas que son los demás. Estoy leyendo que la televisión, las carreteras anchas y populosas y la gran maquinaria productiva arrasan con lo tradicional y lo local, uniformándolo todo. Todo el mundo ya habla igual. Nadie tiene en su boca unos dichos de su pueblo, de sus padres o de sus abuelos. No quieren decir esos dichos porque no serían entendidos y habría que explicarlos. No habla la gente como hablaba antes, sino como habla la multitud, como habla el telediario.
La casa alberga sensaciones
de amor, preocupación y presentes sucesiones de difuntos.
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