miércoles, 20 de julio de 2022

Había un señor que no amaba a nadie. No era porque no quisiera, sino que vivía en la más absoluta de las soledades. Fue hijo único y sus padres murieron. No se enamoró de ninguna chica en sus tiempos mozos y la familia que tenía vivía muy lejos y no tenía casi la noción de que este hombre existiera. Este hombre estudió derecho como podría haber estudiado cualquier otra ciencia. Llevaba bien su juicios y tenía dinero más que suficiente para vivir, pero, como hemos dicho, no amaba a nadie. No era culpa suya, yo creo, pues yo le llegué a conocer, sino de la manera de entender el mundo que tenía: no creía en la bondad, que es lo que primero salta al corazón después de la belleza. Veía este hombre mujeres guapas, muy guapas, pero no les encontraba la bondad por ningún sitio. Solo una superficialidad plana, mundana y casi sucia. Y murió solo amando a sus padres cuando vivieron y a nadie más.


Casa sin mujer, pobre ha de ser.

Yo cambiaría pobre por descuidada. Pero es cierto que la mujer, en el hogar, imprime un conocimiento bueno de las cosas.

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