Había un hombre que se compró una carretilla e iba andando por el pueblo con ella. Todo el mundo le llamaba tonto. Un día, en una obra, le pidieron que llevara un saco de cemento a otro lado y lo hizo y pidió 5 pesetas por el porte. Se habló del caso en el pueblo y empezaron a hacerle encargos: la compra, jugar con los niños, etc. Por todo pedía siempre 5 pesetas. Luego se compró un camión y ya hizo portes más serios. Hay que decir que este hombre era huérfano de padre desde los 6 años y su empeño en la vida fue memorable. Cuando se vino a la ciudad, ya casado y con hijos, ya tuvo que soportar otras cosas.
Por los pájaros no se debe renunciar a sembrar.
Es verdad. Aunque nos incordien, la verdad y el trabajo deben perdurar.
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