He cocido en la olla unas pajaritas de pasta; mientras se cocían he troceado dos tomates, una cebolla y pimiento verde y rojo. También he echado al bol unas aceitunas y huevo cocido. Una vez que han cocido las pajaritas, las he juntado con lo del bol. Y ahora escribo esto porque me he enterado que posiblemente ha habido otro crimen en un pueblo. Dicen que ha sido pasional, otros dice de violencia de género y otros, que tenía que ver con el parné. Se trata de la muerte de un hombre a manos de su mujer. La mujer estaba insatisfecha sexualmente y uniendo este deterioro en las relaciones conyugales, se juntó la codicia de la mujer por el dinero del hombre. Ella quiso que pareciera un accidente y casi lo consigue porque al pedirle el marido a la mujer que aparcase en la nave la cosechadora ya desmontada, esta aprovechó para aplastarle contra la pared de la nave. Un accidente si no fuera porque la lengua de una mujer es muy larga e iba diciendo a las vecinas (en su locura criminal) que se iba a cargar al marido. Y no sabía tampoco que hubo un mirón que testificó que le mató adrede. Y es más: ya se conocía que la mujer se había colgado el bolso que le regaló, aquel vestido que nunca estrenó se lo puso y tenía la pretensión de salir a la calle buscando amor.
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