viernes, 22 de julio de 2022

 Estaba esperando a que le tocara el turno para ver a su psiquiatra. Mientras esperaba, jugaba al tute con su móvil. Salió el número en la pantalla y se dirigió al despacho de la especialista en mentes torturadas. Resulta que le recibió sentada y de espaldas y dijo: cierra la puerta. Así le dijo, en vez de saludarle de pie y darle las buenas tardes. Ella, cuando se hubo sentado el torturado mental, preguntó: ¿qué tal has pasado estos meses? Y el paciente no supo qué responder. Sin más preámbulos, la psiquiatra le dijo al paciente: ¿te vas de vacaciones? El paciente le dijo que no porque no conducía y además le daba miedo viajar solo. La psiquiatra espetó: "hay autobuses, hay trenes." "Le digo que no voy de vacaciones.", dijo el paciente. "¿Cuánto depende de su hermano?", pues el paciente tenía un hermano. Todo este interrogatorio le estaba poniendo negro. Le dio la cita de la siguiente revisión y entonces al paciente le entró un asco que se expresó en esta expresión: "Váyase mucho a la mieeeeerda" Y se fue de allí dejando a esa psiquiatra zarrapastrosa. Esta psiquiatra era mezquina, pequeñita como una cucaracha y asquerosa como un litro de pus.


Por las obras, y no por el vestido, es el hombre conocido.

Esta es una gran verdad porque otros, mucha marca y mucha polla en vinagre y luego son unos perfectos gilipollas que no hacen nada por los demás.


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