Una señora ciega oyó un rumor de misa y entró. Pero el sitio donde entró no era una iglesia sino un club de gente distinguida. Portaba un palo que agitaba delante de sí para abrirse paso. Un miembro de este club le preguntó: "¿a qué familia pertenece?" "López" dijo ella. "La llevaré al sitio de los López", dijo el hombre y la dispuso ante una bancada donde la mujer se sentó. Oía esta señora una serie de rituales y de aleluyas que no se correspondían con una misa. Se marchó en medio de la ceremonia. Otro miembro le dijo: "¿Ya se va?" Y la señora dijo. "Estos López no son los míos". Al marcharse tropezó con el zócalo y se rompió la frente. Hubo que llamar a una ambulancia. Un miembro del club fue al hospital a interesarse por ella. Le dijo que la aceptaban en el club sin condiciones pero ella dijo que no, que ya estaba bien de alteraciones.
Aprende a sacrificar la barba para salvar la cabeza.
A veces damos demasiada importancia a lo superfluo y no nos damos cuenta que por lo superfluo arriesgamos lo importante.
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