Estultium numerus infinitus est, decían los romanos y debían de tener razón pues los romanos eran grandes filósofos, generales, políticos, jurisconsultos, pedagogos, etc. A mí me dan envidia romanos como Cicerón, que igual hablaba de la vejez como de la amistad de forma muy amena y pedagógica. Un pueblo estaba lleno de tontos que se emborrachaban todos los fines de semana. Hasta que ocurrió que un tonto de estos, llamado Doroteo, que era muy fuerte, por hacer la gracia, cogió del talón de otro borracho estando este de pie y tiró fuerte hacia arriba de modo que el borracho, que era amigo de Doroteo, aterrizó con la parte de atrás de la cabeza (el occipital) y se dio tal golpe que murió en el acto. Todo este ejercicio gimnástico que acabó con la vida del amigo de Doroteo formaba parte de una serie de bromas que unos borrachos hacían a los borrachos compañeros. Qué le pasaría por la cabeza cuando Doroteo gastó esta broma a su amigo nadie lo sabe pero ya digo, formaba parte de unas bromas que tenían que ver con el aumento etílico en las cabezas de estos hombres del pueblo. Doroteo no fue a la cárcel ni nada, todo el pueblo consideró una broma todo aquello, una broma que el amigo de Doroteo no supo administrar. Bueno, así sucedían las cosas en ese pueblo. Qué le vamos a hacer.
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