Yo iba a la facultad de Filología sin mucha voluntad. El instinto me decía que una carrera no valdría para mucho en la España de los 80, en que todo parecía que estaba por hacer. Nada más acabar la carrera me llamaron para la RAE. Allí estuve escasos tres meses, también sin mucha conciencia de lo que hacía y llegamos a principios de los 90 con la desintegración del gobierno socialista corrupto. Una vez acabada la tarea en la Academia de la Lengua, me puse a estudiar para ser profesor de secundaria. La academia Magister, que preparaba profesores, me probó y fui a las oposiciones con un pelín de más esperanza que las anteriores dedicaciones. Y aprobé la oposición. Y me llamaron cuando yo estaba en el taxi. Y dejé el taxi definitivamente. Y fui en autobús y cercanías a todos los sitios donde me llamaban para suplencias de profesor. Y me eché novia. Y ya me saqué la plaza con mucho esfuerzo. Y al cabo de unos años (unos 20) tuve que dejar de ser profesor por culpa de mi enfermedad. Y ya sin hacer nada más que escribir alguna que otra novela, estoy aquí, escribiendo en mi blog.
El hueco profundo de una sombra
me alarma y me confunde y me dice olvídalo.
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