Paco y yo vamos a Madrid. Desde Moncloa nos subimos andando hasta la glorieta de Quevedo. Luego seguimos caminando por una calle hasta un barrio de cuyo nombre no me acuerdo. Bajamos a Alberto Aguilera y de allí, al bus. Es una buena caminata. Nos sentamos en una terraza en medio del camino y charlamos. La gente no llega a fin de mes, comenta Paco mientras bebe un Aquarius. Yo digo que la gente hace de todo y ese hacer vale mucho dinero. La gente mira la tele y todas las ofertas le gustan, no se priva de ninguna, dice Paco. Hablamos de esto porque las terrazas están vacías y, precisamente, es fin de mes. No es lo mismo vivir de un sueldo que de autónomo. De autónomo se supone que se gana más. Paco dice que, cuando trabajó bien el taxi, ganaba un montón que daba a nuestros padres. Los autónomos pagan muchos impuestos pero ganan también mucho, concluimos. La zona donde estamos es bastante pija, va gente muy bien ataviada. Seguimos andando y llegamos al intercambiador.
Agachamos la cabeza y nos mandan.
Miramos alrededor y no vemos más que nuestras réplicas agachadas.
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