He ido al Ahorramas. He comprado mucho pescado: boquerones, doradas, filetes de merluza, bacalao, emperador y salmón. Al llegar a casa, lo meto en el congelador y luego, los domingos, comemos de ello. Hoy me he levantado normal, sin ansiedad ni locura ni incesto ni obsesiones en este gris laberinto. La vida, si lo pensamos, es una pescadilla que se muerde la cola todos los días: levantarse, hacer lo mismo un día tras otro y al final, en la cama, pensamos cómo hacer para que no se repita un día como el anterior y no lo conseguimos: ya está el círculo vicioso de los días haciendo de las suyas. Es una pena que el mundo ruede y ruede sin saber dar marcha atrás, de cuando éramos felices cantando y bailando en el Caballo Blanco, discoteca del pueblo. No hay que tratar de buscar la felicidad, sino gestionar el fracaso.
Tiempo de soledad es este,
cuando la familia, el orden y el respeto se ve amenazado.
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