Me estoy leyendo una novela en la que una anciana pide a su cuidadora que le ayude a morir. Si la cuidadora le ayuda a morir, se queda sin trabajo, así que le recomienda a la anciana resignación cristiana con los dolores y las angustias de la vejez. Por otro lado, ayer me di un paseo enorme y hoy no lo voy a hacer. Estaré todo el rato en mi casa, atendiendo al otium sanctum: leer, escribir, fumar (lo menos posible), mirar el ordenador (una forma de comunicarme con los demás). Primero de todo, leeré un poco la Biblia, la abriré por la mitad y leeré a ver qué viene en ese libro de los libros. Luego leeré la novela de la cuidadora y la anciana a ver cómo sigue. Luego iré a comprar cigarrillos al estanco y volveré a casa, ese sitio acogedor que acoge (valga la redundancia) todas mis virtudes y mis miserias.
La luz conoce muchos sitios por donde colarse
y uno de ellos es mi ventana.
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