Mientras junto letras en este blog, me olvido de todo lo demás; o sea, la rutina de este día, la monotonía que trae la mañana o incluso la gente que me rodea. Yo veo en la calle que la gente no sufre de la mente, sino que vive su vida al margen de tristezas y de cambios de ánimo bruscos. Están estables cerebralmente. Sin embargo, mi enfermedad hace que yo sufra. Sufro porque si la vida no me ofrece motivación, me entristezco. Sufro porque tengo en el cerebro unas sustancias que hacen que yo esté mal. Sufro porque la vida no me ofrece solución a este estado mental tan doloroso. No duele físicamente la enfermedad mental, sino cerebralmente. Los ánimos cambian bruscamente, de pronto está uno deprimido y no sabe por qué. La vida de un enfermo mental es un montón de interrogantes: ¿Por qué estoy yo así? Pregunta continua que no se responde.
Sufría, sufría él solo
los cambios de su ánimo, de su cerebro, de su vida en general.
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