A veces se siente uno ofuscado con la realidad. La realidad es muy contundente en algunas ocasiones. Solo te ofrece A o B cuando quizás existan otras opciones que no aparecen. Pero adaptarse a lo que hay es una de las hazañas no contadas que vive el ser humano casi siempre. Y lo hace bien pues no suele quejarse, sino que se pone el traje de camuflaje y avanza por la selva o por el desierto con cierto donaire que le hace otro héroe mucho más real que el de las películas. Y así debe ser porque siempre cuecen habas en nuestra casa y en la del vecino. Lo malo es que ya no hay a quién contárselo, ya nadie habla con el vecino. Ya nadie habla en el bar con nadie o, simplemente, ya nadie va al bar a distraerse. Ese ejercicio de supervivencia de la vida solo lo sabe el que va sobreviviendo.
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